sábado, 10 de mayo de 2008

Madraza

600 gramos llenos de ganas

"Y, así las cosas, mi hija Mariana me avisó hoy que el bebé que espera para marzo es varón y se llamará Juan Manuel", terminaba mi primer post cuando abrí este blog, con la intención de poner orden en algunas de mis cosas.

Tal parece que nada sucede nunca como uno espera. No he podido seguir publicando con una mínima regularidad las notas que me proponía rescatar, ni
 las cosas rescatables han ocurrido en el momento ni en la forma esperables, ni por lo tanto he podido ponerlas en orden.
Antes de seguir, vamos a entendernos: detesto profundamente los "Día de...", y en particular el "...de la madre". Y sin embargo...

Por algún lado hay que empezar. Este monito es Mariana el 21 de julio de 1970, día de su nacimiento.


















El señor de abundante pelo negro que muestra a Mariana, algunas semanas después, es un servidor.



















Esta es la sonrisa de Mariana en su primer día de clases.



















Digamos que pasó el tiempo, y aquí estamos Beatriz, Mariana y aque señor, ahora sin abundante pelo negro.














Ella se parece poco a aquel monito de la primera foto, pero la sonrisa es muy parecida a la del primer día de clase.














Un día, se anunció Juan Manuel. Poco después, se hacía notar en la silueta de Mariana. Aquí con la abuela Lolita.















¿Y cómo era él, qué opinaba de la vida? Se la tomaba muy calmadamente, apoyando la cabeza en las manos mientras hacía tiempo para salir al mundo el 7 de marzo.


















Entonces todo se complicó. Faltando una semana para completar seis meses de gestación, hubo que provocar el parto. El médico calculó que a esa altura Juan Manuel debería pesar unos 700 gramos. Justo el día anterior, Mariana y Gabriel habían comprado cuatro duraznos que pesaron... 700 gramos. Era difícil imaginar un niño con ese tamaño. Para hacerla corta, nació el 3 de diciembre y no pesó 700 sino 600 gramos.

Después, mucho después, comenzamos a saber cosas. Por ejemplo, alguien le había contado a Mariana lo que dijo el neonatólogo cuando lo tuvo en sus manos: "Este gurí tiene unas ganas bárbaras". Pero hubo algo más de lo que nos enteramos mucho después, las circunstancias en que lo dijo. Cuando nace un prematuro se le hace un estudio de viabilidad al minuto y otro a los cinco minutos. Le miden las reacciones, el funcionamiento de esto y lo otro, todo lo medible, y eso da un puntaje de uno a 10. Al minuto, el puntaje era uno: bebé inviable. Y lo que dijo el neonatólgo Walter Pérez (todas las madres lo adoran) no fue meramente un comentario optimista, como pensábamos, sino algo diferente: "Dejámelo, que este este gurí tiene unas ganas bárbaras". El siguiente estudio a los cinco minutos dio siete puntos sobre 10. Y lo que dijeron a Walter Pérez en la sala de partos fue: "En qué lío te estás metiendo".















Es que "el lío" en que se metió Walter eran 600 gramos decididos a pelear, con una madre que "sabía" que iba a estar bien y sencillamente no admitía otra cosa. Llorar cinco minutos y ponerle coraje al resto del día, todos los días.

Peleando y peleando, el tipito le hizo el primer regalo de Navidad.















En fin, salteando picos altos y sobre todo bajos, llegó el momento del postergado primer abrazo.
Habían pasado un mes y nueve días del nacimiento. Y esa sonrisa ¿no es aquella del primer día de escuela?

En lo personal, dije varias veces que el tipito era descendiente directo de Leandro Gómez y de Timoteo Domínguez (aquel que se negó a arriar la bandera de Martín García). Pero fue por entonces cuando anuncié que, llegado el momento lo llevaré al Parque Rodó, a la Barra del Chuy, si se porta bien también lo llevaré a remar en La Malquerida... pero para empezar una
relación sanamente, sin cosas que reprochar, sin resentimientos, etcétera, llegado el momento le voy a dar un patadón en el trasero que se lo dejaré morado. Después, abrazo y sana amistad.

Mientras tanto, el individuo seguía peleando contra todo, y a dos meses y poco de nacer lucía este aspecto:



















A los tres meses y medio generaba las consabidas discusiones: "¿A quién se parece?". Insisto: es una combinación de mi abuelo Cartaút con Aníbal Troilo en pleno éxtasis:



















El hecho es que el 31 de marzo ya estaba instalado en su casa, el 3 de mayo aquellos 600 gramos peleadores se habían transformado en 4.035, lo operaron de hernia y le dieron el alta al día siguiente...
Lo vi pasar a la salida de la cirugía y fue la segunda vez, porque los fumadores tenemos prohibido acercanos así nos bañemos en ácido nítrico medio minuto antes del encuentro.
No importa. Ya llegará el momento del patadón en el trasero para comenzar una cariñosa relación.

¿Por qué ahora en el blog? Por lo dicho: mi vida es un desorden. Porque detesto el "Día de..." pero... Y porque no soy supersticioso, pero recién se me fue el susto.
Mientras tanto, cierta madraza tiene harto derecho a festejar este primer domingo de mayo. Comercial y todo.

***

El tiempo pasa...

...y hoy es otro "Día de..." En este caso, "...del Abuelo". Supuestamente por el Pepe Artigas, que no es mi abuelo sino bastante más.

Con ese motivo, recibo algunas fotos. En la primera, Juan Manuel transpirando de entusiasmo mientras finge que gatea:


















En esta otra, tomando la mema con el tío Andrés.


















Y, ya que estamos, los championes que le trajimos de Buenos Aires:























¿Cómo era aquello? ¿"En qué lío te estás metiendo", no? Buena, Walter.

***

Otra historia

Como el tiempo pasa, llegó el día en que la cara de Juan Manuel se transformó en una O. Y llegó el postergadísimo primer abrazo.

Ya es otra historia.