No tenés rostro, país
Por Marcelo Jelen
La Diaria, 28/9/2007
Nancy Urrutia no parece estar sacándote la foto. Es una mujer grande pero, de alguna manera, se las arregla para que no te importe que ella esté enfrente tuyo, silenciosa, con ese aparato lleno de luces y sombras. Por eso, se puede decir que Nancy Urrutia no te roba la imagen, sino que te la pide y vos se la das. Así son sus fotos, tal vez ése sea su secreto, si es que tiene alguno. Son fotos serenas, aun en el júbilo o en la rabia. Ella, la primera observadora de su foto, siempre está en el mismo nivel que vos, aunque te la tome en picado o en contrapicado. Es tu igual, seas un niño de la calle o el presidente de la República. No hay afán de superioridad ni de ironía en su fotografía, es decir, en su arte y en su periodismo.
Pero no es por eso que cuesta entender que quieras aplastarle la cámara a Nancy Urrutia, país, que la sometas a tu justicia por fotografiarte. Lo que más cuesta entender es que creas que todos los uruguayos son “meros accesorios del paisaje”. De tu paisaje. Que te hayas creído que los seres humanos que te pueblan son puro adorno, que cayeron encima tuyo, que no son vos, que son otra cosa distinta.
Lo dijiste en una sentencia judicial que condena el trabajo de Nancy Urrutia, porque vos también hablás a través de tus jueces, país, son tuyas sus palabras. Una jueza citó en su sentencia a una jurista argentina, Matilde Zavala de González: “La reproducción de partes del mundo exterior que incluyan figuras humanas está ampliamente permitida. No se trata de individualizar a personas determinadas, que en este tipo de fotografías son meros accesorios del paisaje o de la situación que se intenta reproducir”.
Luego de dos fallos en su contra, el semanario Brecha debió pagar 1.500 dólares (más intereses) a un uruguayo que en 1987, con 11 años de edad, fue fotografiado por Nancy Urrutia. En 2005, cuando la imagen apareció otra vez en el periódico, ese ex niño se acercó a un juzgado de paz y aseguró sentir su intimidad invadida. Ahora que le cobró a Brecha, va por los ahorros de Nancy Urrutia y del periodista Alberto Silva, que publicó esa foto en un libro escrito por él. Todo esto remeda esas comedias estadounidenses en las que alguien busca un dinero que no merece, sólo porque la industria de la demanda judicial lo pone a su alcance. Pero a vos, país, a veces te gusta parecerte a Estados Unidos, en lo malo, claro.
Lástima que tus juezas no hayan convocado a Nancy Urrutia, porque ella habría dado un testimonio distinto al del fotografiado y su abogada: que la imagen no fue armada, que antes de que ella empuñara la cámara el niño ya levantaba bien alto ese cartel en que pedía (sí, pedía, así, en pretérito) “justicia” mientras transcurría allí mismo una marcha por derechos humanos. Lástima que no hayan recogido la experiencia de otros fotoperiodistas, que les habrían advertido de lo ridículo de pedir un “consentimiento expreso” a cada persona cuya imagen sirva para ilustrar una noticia, más aún en una manifestación pública a la que asisten miles. Lástima que tus juezas no hayan convocado a lectores de diarios y revistas, que les habrían dicho que les gusta verse, es decir, que les gusta verte, país, en el rostro de sus compatriotas, en esos “meros accesorios”.
Pero se te cayó la cara, país. Ahora, los que te ven en las fotos de los diarios y en las imágenes en la tele van a hacerse un mapa de rostros pixelados, borroneados, enmascarados. Un mapa hecho por fotoperiodistas temerosos que no tienen siete mil dólares más intereses, costas y costos con los que hacer frente a un juicio civil.
Vos, país, querés que tu retrato sea una vaca, un río, un ministro, un legislador, una fábrica, un empresario, una fiesta de la alta sociedad, una manifestación difusa. Nada más que eso. Vos querés ser un país sin niños en su primer día de escuela, sin más sonrisas, sin más muecas, sin más lágrimas que las que quieran exhibir los famosos, los importantes, los dispuestos. No tenés cara, tenés Caras. Querés el bronce, pero no te da el naipe, país. Con una justicia así, sólo sos un país con rostro de piedra.
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Trabajé hace años con Nancy. Doy fe de que es como la pinta Marcelo. No entiendo nada.
Usé la fotografía en la versión pixelada que propone fotonotas.uy para el artículo Un mundo sin fotos, donde detalla los varios absurdos de este juicio.