Rumbosur Nº2, 20.4.2006
Uruguay era demasiado chico para ser autosustentable, el Mercosur multiplicaría nuestro mercado por 70 y sería una plataforma para insertarnos en el mundo. Pero el bloque no respondió a lo esperado, y ahora se discute cómo aumentar los recursos que el país necesita con urgencia. ¿Puede hacerse sin debilitar a la región y sin hipotecar el futuro?
Pragmáticos versus principistas, realismo versus ideologismo, la discusión sobre un eventual Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos se parece por momentos a la de las plantas de celulosa: eslóganes y mutuas descalificaciones simplifican un debate algo más complejo que “traidores o sesentistas”.
Cuando Uruguay tomó al paso el ómnibus del Mercosur, en los 90, lo hizo con el entusiasmo de los partidos Nacional y Colorado, y con el apoyo crítico del Frente Amplio. Tanto que los únicos votos en contra a la aprobación del tratado en el Parlamento fueron de los entonces legisladores Hugo Cores y Helios Sarthou. A la vuelta de 15 años, las críticas más severas al Mercosur, el reclamo de salirse de él y llegar a un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos partieron de los partidos Nacional y Colorado. Y los reclamos más enfáticos para fortalecer al acuerdo regional parten de la izquierda, incluso de los sectores que votaron en contra.
Es que el Mercosur no cumplió las expectativas puestas en lo que entonces se veía como el explosivo crecimiento de un mercado que pasaría de tres a 200 millones de potenciales consumidores. Como todos lo han recordado en los últimos meses, Brasil y Argentina siempre han encontrado una nueva forma de trabar el ingreso de productos uruguayos.
Y, luego de la crisis de 2002, la recuperación del país se ha basado en un aumento del comercio con México y especialmente EEUU, donde Uruguay coloca hoy casi la cuarta parte de sus exportaciones.
Se suponía que un TLC permitiría vender en el mercado norteamericano productos uruguayos sin pagar impuestos, y contribuiría a ampliar la colocación de mercancías y servicios con más seguridad y sin distorsiones.
“En 1971 la idea era que, si ganaba la izquierda, nos desenchufábamos del sistema de Estados Unidos y nos enchufábamos al sistema de la Unión Soviética, que nos iba a comprar y a vender a precios convenientes”El entonces presidente Jorge Batlle comenzó a implementar una política que permitiera aumentar el comercio con EEUU, incluso integrar el proyectado Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (Alca) o contar con un TLC con aquel país. Hacia allí apuntaba el Tratado de Protección de Inversiones Recíprocas que Batlle firmó al finalizar su mandato, un tema que afloró en la última campaña electoral en términos de contradicción Alca - Mercosur.
Pero, al asumir el gobierno de izquierda, comprobó que las presuntas “afinidades progresistas” en la región no cuentan al momento de comerciar, y que en cambio nuestro mayor comprador es el viejo enemigo ideológico, EEUU.Fue en ese contexto que el ministro de Economía, Danilo Astori, lanzó en plena siesta veraniega el anuncio de que promovería un TLC con Estados Unidos. El anuncio vino a sumar argumentos a los sectores radicales del Frente Amplio (minoritarios pero con peso en la estructura militante), que no han cesado de criticar la línea económica del gobierno, acusando a Astori de continuista, cuando no de entreguista e incluso, “fraternalmente” y desde los muros pintados, de traidor.
No todavía
A la iniciativa de Astori se sumaron el ministro de Industria, Jorge Lepra, el de Turismo, Héctor Lescano, y el de Ganadería, José Mujica. Pero el presidente Tabaré Vázquez enfatizó hace un mes en Venezuela que el tema no está en la agenda. Y el canciller Reinaldo Gargano sostuvo en varias oportunidades que un TLC no tiene sentido si Estados Unidos no profundiza la apertura de su mercado y desmantela sus subsidios y apoyos a las exportaciones.
También para el senador Alberto Couriel (Espacio 609), “el tema de los subsidios es clave, y en eso EEUU no piensa transar”. Aludió también a la declaración de 300 rubros sensibles en los que EEUU no puede negociar sin autorización del Congreso, entre los cuales se encuentran todos los productos que Uruguay produce para exportar. Y, destacó, “quien decide en materia comercial en ese país es el Congreso, que tiene mucho lobby, porque cada legislador defiende un sector empresarial distinto”. Dada esta situación, dijo el legislador frenteamplista, la negociación de un TLC no es “ideológica” sino política.
En el mismo sentido, la editora del semanario Business Latin America, Anna Szterenfeld, dijo que, “de acuerdo con la forma en que se negoció el TLC con Centroamérica, así como en las negociaciones realizadas para crear el Alca, es obvio que el gobierno estadounidense no está dispuesto a suprimir los subsidios agrícolas” (Economía & Mercado de El País, 3 de abril).
EEUU también dejó claro que un acuerdo de libre comercio no está por el momento en la agenda binacional.
Por eso, Uruguay se ha propuesto obtener la mayor cantidad posible de ventajas comerciales en el marco de la Comisión Binacional de Comercio e Inversiones que se reunió a comienzos de mes en Washington. La Cancillería espera que el tratado sea aprobado por el Senado estadounidense antes de la visita de Vázquez a Washington que está prevista para comienzos del mes de mayo.
Según se informó la semana pasada, EEUU explorará un acuerdo por el TLC. La Comisión Conjunta de Comercio e Inversiones Estados Unidos-Uruguay no trató el tema de un eventual TLC: según el embajador uruguayo Carlos Gianelli, se habló sólo de la necesidad de ampliar los lazos comerciales. Pero el subsecretario del Tesoro de EEUU para Asuntos Internacionales, Clay Lowery, se manifestó dispuesto a iniciar una ronda de negociaciones en tal sentido. Dijo a El Espectador que su país explora la posibilidad de un TLC con Uruguay aunque no se concretaría pronto porque los funcionarios de Comercio de su país están ocupados en otras negociaciones de libre comercio.
La Comisión fijó un calendario de actividades de aquí a la próxima reunión, en octubre. Para este período, dedicado a la coordinación bilateral de los técnicos de ambos países, Uruguay centró sus prioridades en ampliar la cuota de carne que admite Estados Unidos, o en su defecto reducir los aranceles del producto que ingresa por sobre la cuota. Asimismo, el ingreso de quesos y lanas al mercado norteamericano. Con relación a los subsidios que EEUU otorga al arroz (lo que genera protestas de los cultivadores uruguayos), Gianelli dijo a Sarandi que el tema no se trató específicamente pero una comisión analizará los aspectos sanitarios y fitosanitarios. Uruguay pondrá el énfasis en el ingreso de carne ovina, cítricos y arándanos.
Por su parte, EEUU planteó profundizar algunas áreas vinculadas con los servicios, por ejemplo las telecomunicaciones y el comercio electrónico.
Seguimos en el barrio
Por amplia mayoría (sin los votos del Movimiento 26 de Marzo, de la Corriente de Izquierda ni del Partido Obrero Revolucionario), el Plenario Nacional del Frente Amplio cerró a fin del mes pasado el primer capítulo de la discusión abierta por Astori.
“A mediados de los 90, la secretaria de Estado Madeleine Allbright reconoció que el Mercosur fue ‘un descuido de la diplomacia norteamericana’”. Un acuerdo bilateral con EEUU “es un golpe al Mercosur: lo dijo el New York Times”.
En lo que se consideró un “entierro de lujo”, el Plenario encomendó a la Comisión de Inserción Internacional la elaboración de un documento final con las propuestas de algunos delegados, para su consideración por la Mesa Política. Según la resolución, el Plenario “apoya los pasos dados por el gobierno nacional en el marco de las políticas de inserción internacional de Uruguay”, insta a trabajar activamente por el fortalecimiento del Mercosur en todos sus aspectos, y considera que el bloque regional permitirá “emprender el camino de la plena integración de América Latina”. Señala que “la opción bilateral es legítima, mientras no comprometa el proyecto de país productivo y la integración regional”.
El tratamiento elíptico respondía a la disyuntiva que una vez más encrespó las aguas del Frente Amplio, esta vez en torno a la opción TLC - Mercosur. Sin embargo, los partidarios de una y otra posición coincidieron en criticar el funcionamiento del acuerdo regional, y cargar las responsabilidades principalmente en Brasil.
El día antes del Plenario, Astori decía a la BBC que el Mercosur “necesita muchos cambios que lo ayuden a mejorar. Tanto la zona de libre comercio como la unión aduanera están funcionando de una manera muy imperfecta, muy incompleta, muy perforada. No hay coordinación de políticas económicas entre los cuatro países. Hay profundas asimetrías entre las economías mayores y las más pequeñas, entre Brasil y Argentina por un lado, y Uruguay y Paraguay por otro”.
Postuló que la solución para Uruguay consiste en “buscar un mejor lugar en el mundo en su conjunto, una mejor inserción, sin abandonar el Mercosur”, profundizando los lazos comerciales con Estados Unidos, India, China y todo aquel que esté dispuesto a iniciar la negociación. Astori opinó que mejorar su presencia en todo el mundo ayudará a Uruguay “para contribuir más eficazmente a solucionar los problemas de Mercosur”.
Coincidiendo con los críticos blancos y colorados, Astori señaló que Brasil “es el líder natural” del Mercosur por su tamaño y su importancia, pero “no termina de asumir este liderazgo” y “piensa mucho más en su presencia en el mundo como jugador global que como líder regional”.
“El serio bilateralismo entre Argentina y Brasil está dañando a los países más pequeños en el Mercosur”, había manifestado en marzo al diario británico The Financial Times. “El problema es que dependemos solamente de la voluntad de Brasil y de Argentina, y en el momento no tengo la impresión de que estén particularmente entusiasmados con el Mercosur”. Admitía que “Uruguay no debe cometer el error de abandonar” el acuerdo regional.
Por los mismos días, el ex representante uruguayo ante la ONU y la Organización Mundial de Comercio, Carlos Pérez del Castillo, llamaba a “no crear falsas expectativas” sobre la posibilidad de un TLC con EEUU. El diplomático advertía el 22 de marzo, en una conferencia sobre La inserción internacional del Uruguay organizada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, que EEUU “no tiene interés” en un acuerdo de ese tipo. Y advertía: “Es impensable que en este momento Uruguay se retire del Mercosur, por razones geográficas, económicas y políticas. Y además por la razón de que el Mercosur, en esa visión estratégica de largo plazo, tiene un papel que cumplir en cuanto a nuestra inserción internacional”.
¿Cuestión de caja?
“Por primera vez, la izquierda tiene la obligación de pagar el presupuesto. Para eso necesitamos inversiones y recursos que no tenemos en el Mercosur. Por eso hay que buscarlos en el mundo, y por eso es necesario el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos”, había manifestado el 9 de marzo el senador Carlos Baráibar (Asamblea Uruguay), en una mesa redonda sobre Inserción Internacional del Uruguay en la que también expusieron el diputado Roberto Conde (Partido Socialista) y el ex diputado Hugo Cores (Partido por la Victoria del Pueblo).
Ante unos 60 militantes de la Coordinadora L del Frente Amplio, Baráibar resumió algunas actitudes de Brasil y Argentina en los últimos meses. “Lula y Kirchner se reunieron para conmemorar los 20 años del proyecto de integración de ambos países, en los que Paraguay y Uruguay no contaban. Poco después se reunieron sus cancilleres y hubo una nueva reunión en Brasilia para acordar temas de integración. Son cosas que nos atañen directamente y nos enteramos por los diarios”, señaló.
Baráibar opinó que Uruguay debe reafirmar su compromiso con el Mercosur “si le sirve para cumplir con el presupuesto. Pero las ventas a los socios cayeron un 50%, y hoy el malo de la película, Estados Unidos, es nuestro principal comprador. Pero”, advirtió, “eso ocurre porque Canadá tiene el problema de la ‘vaca loca’, Brasil la aftosa... y cuando esos países recuperen su status sanitario volverán a competir con nuestras carnes. Australia está buscando el lugar de Uruguay para firmar un TLC. Si nos dormimos...”.
Afirmó que mantiene “toda la concepción ideológica” original del Frente Amplio, cuando “de alguna manera todos éramos socialistas. Pero reconozcamos que en 1971 la idea general era que, si ganaba la izquierda, nos desenchufábamos del sistema de Estados Unidos y nos enchufábamos al sistema de la Unión Soviética, que nos iba a comprar y a vender a precios convenientes. En el 90 se cayó el ‘socialismo real’, ahora hay que asumir la nueva realidad y hay que pagar el presupuesto”.
¿Cuestión de estrategia?
A su turno, el diputado Roberto Conde fue más allá que la críticas coyunturales cuando afirmó que “cometeríamos el más grave error si, en la búsqueda de mercados, destruimos la integración”. “Hasta 1959, Uruguay tuvo todos los mercados del mundo a su disposición; vendió lo que quiso y al precio que quiso. ¿Tuvimos desarrollo? No, porque los mercados no garantizan el desarrollo: la clave no está en vender sino en acumular, y en definir qué se vende”.
“No es sólo acceso a los mercados. Si vamos a seguir vendiendo carne, arroz, soja, no nos alcanza la superficie del Uruguay para pagar la tecnología digital que tenemos que comprarle a otros”“En los años 60, la división internacional del trabajo hacía que los países ricos desarrollaran la industria y la tecnología, y los países pobres comerciaran materias primas, en todo caso semi-industrializadas. A partir de los 80, con la nueva división internacional del trabajo, aquellos países siguen creciendo en ciencia, biología, genética, el mundo desarrollado está luchando por las patentes del conocimiento, y los países pobres siguen intentando vender materias primas. No basta con tener mercados”, postuló Conde. “Si vamos a seguir vendiendo carne, arroz, soja, no nos alcanza la superficie del Uruguay para pagar la tecnología digital que tenemos que comprarle a otros”.
Comentó por otra parte que, “si conquistamos grandes mercados para nuestras materias primas, las que se instalan son las transnacionales para hacer su negocio, porque son tantas las facilidades que se otorgan a la inversión extranjera que no queda nada en el país”.
“La lucha de clases pasa hoy por constituir un bloque que pese en el mundo, y la apuesta del capitalismo neoliberal es a mantener nuestra balcanización. Si el Mercosur está en crisis es porque tiene enemigos y no hemos sabido defenderlo”, enfatizó Conde. “Todos somos responsables por no haber sido capaces de construir en el siglo XIX la Patria Grande, en especial los países grandes de la región. Pero en lugar de quejarse por la ‘crisis’ del Mercosur hay que hacer propuestas y exigir a Brasil y Argentina que asuman consecuentemente el proyecto. Repetir que el Mercosur está en crisis, buscar acuerdos bilaterales que debiliten al Mercosur, es hacerle el juego a la derecha y a Bush”, postuló.
“A mediados de los 90, la secretaria de Estado Madeleine Allbright reconoció que el Mercosur fue ‘un descuido de la diplomacia norteamericana’”, recordó Conde. Un acuerdo bilateral con Estados Unidos “sería seguramente un golpe de muerte para el Mercosur, y no lo digo yo: lo dijo el New York Times”.
Conde finalizó su exposición preguntando “¿Qué interés económico puede tener Estados Unidos en un TLC con un país infinitamente más pequeño, equivalente a un barrio de una ciudad norteamericana? No tiene ningún interés económico sino político: quebrar el Mercosur”.
Si el Mercosur no cumplió su papel y los líderes regionales no asumen su compromiso, y si el TLC no es alternativa a corto ni a largo plazo, ¿de dónde saldrán los recursos para instrumentar el “Uruguay Productivo”?
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Cada vez menos
Mientras la izquierda discutía, se conoció que el comercio entre los socios del Mercosur cayó al 20% (uno de cada cinco dólares). Mientras tanto, en la Unión Europea el comercio intrazona llega a 65% (dos de cada tres dólares), y el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (Nafta), sube al 75% (tres de cada cuatro dólares), según la consultora argentina Abeceb.com.
El documento concluye que los socios perdieron interés en el bloque.
En 1991 Uruguay dirigía el 35% de sus exportaciones a sus tres socios, en 1997 aumentaron a 42,70%, y el año pasado se redujeron a 23,50%. Argentina pasó de 16,50% en 1991, a 36,30% en 1997, y a 19,20% el año pasado; Brasil de 17,40% en 1998 a 9,90% en 2005; y Paraguay de 63,40% en 2001 a 54% el año pasado.
El secretario de Industria de Argentina y miembro de la consultora Abeceb.com, Dante Sica, comentó que “Brasil, que era la potencia industrial del bloque, también se transformó en una potencia agrícola, y disminuyó sus importaciones de trigo y arroz de sus socios”. Brasil no sólo no consolidó su papel inicial, sino que se convirtió paulatinamente en el principal competidor de sus socios, no sólo en el comercio intra-regional, sino en los mercados mundiales.
La participación del sector industrial en el Producto Bruto Interno, comparando el período 1990-1994 con 2000-2004, cayó dos puntos en Brasil, dos puntos en Argentina, seis puntos en Uruguay (del 22,90% entre 1990 y 1994, a 17% entre 2000 y 2004), y dos puntos en Paraguay.
Mientras tanto, Uruguay coloca en EEUU el 22% del total de bienes exportados. A la inversa, EEUU coloca en Uruguay sólo el 0,0003% de sus ventas.
Uruguay exportó a EEUU más del 70% del total de carne vendida el año pasado. La cuota de carnes uruguayas es de 20.000 toneladas, y para ingresar por encima de ese cupo los frigoríficos industriales uruguayos pagaron más de 100 millones de dólares de impuestos estadounidenses.
Ese destino también es muy atractivo para los lácteos, cueros y tejidos uruguayos. Para los lácteos existen cuotas, y la venta de vestimenta y cueros paga aranceles. Pero el Sistema Generalizado de Preferencias, que es el régimen comercial vigente entre ambos países, limita la capacidad exportadora nacional.
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Y otra vez Paraguay
La canciller Leila Rachid señaló el miércoles de turismo que “este no es el Mercosur que concebimos en 1991; no nos sirve, es inútil para los intereses nacionales. En algún momento los países miembros deberíamos redefinirlo”.
El presidente Nicanor Duarte había afirmado el día anterior que “si continúan las trabas burocráticas injustas de Argentina y Brasil hacia nuestras operaciones de comercio exterior, pese a las normas claras de libre tránsito establecidas por Mercosur, no tiene sentido seguir en el bloque”.
En las últimas tres semanas, autoridades aduaneras argentinas del puesto fronterizo Clorinda, frente a Asunción, retuvieron camiones frigoríficos cargados de carne vacuna paraguaya con destino a Chile. El ministerio de Transporte argentino anunció que permitirá el paso por su territorio hacia Chile de sólo 100 camiones frigoríficos de lunes a jueves. La cámara paraguaya de carne envió unos 130 camiones para responder a la demanda chilena. La decisión argentina no fue argumentada pese al pago de impuestos de parte de los paraguayos.
En el lado opuesto, en el puesto fronterizo brasileño de Foz de Iguazú, las autoridades de la Receita Federal de Brasil decomisaron unos 30 taxis paraguayos contratados por turistas brasileños, porque presuntamente llevaban mercadería de contrabando. La aduana de Brasil permite a sus compatriotas comprar libremente en el exterior mercaderías por hasta U$S 300 sin presentar documentos, por persona y por día.
La Asociación de Propietarios del Transporte Público de Ciudad del Este, fronteriza con Foz de Iguazú, solicitó al presidente Duarte su mediación para recuperar sus vehículos. El mandatario prometió gestionar ante el propio presidente Luiz Inácio Lula Da Silva la devolución de los taxis porque, dijo, “son herramientas de trabajo de gente humilde; estamos hastiados de los abusos de los funcionarios de Receita Federal, burócratas corruptos, y de los fiscales y jueces de Foz de Iguazú que actúan en forma discrecional”.